Se debe a los estereotipos y prejuicios que durante años se han mantenido y perpetuado sobre las “tareas” que tradicionalmente debería tener una mujer en la sociedad y las “tareas” que deberían tener los hombres.
Hace años se educaba a las niñas para ser amas de casa, madres y buenas esposas y a los niños para ser profesionales de éxito capaces de mantener económicamente a su familia. Esos estereotipos se han extendido a todos los ámbitos de la sociedad, también a los juguetes, dando por válida la creencia de que si una niña juega con muñecas se está preparando para su futura función de madre y si un niño juega con armas será varonil y capaz de defender y sustentar a su prole.
Aunque eso está cambiando, aún hay quien en casa transmite a sus hijos (de manera consciente o inconsciente) tradiciones, costumbres y valores sexistas, enseñando a las niñas a cuidar de los demás, a poner a los demás siempre por delante de sí mismas y a aceptar ciertos roles que a un niño no se le piden. Muchas veces he escuchado en mi entorno que el tener una niña supone que ésta estará siempre cerca de su familia de origen para cuidar de sus progenitores mientras que el hijo varón llevará una vida más independiente respecto de éstos. Este es un prejuicio en el que se da por supuesta la función cuidadora de la mujer, pero no la del hombre.
Creo que, por suerte, se ha avanzado muchísimo en este tema, pero sigue habiendo mucho trabajo por hacer. La presencia de mujeres en las universidades españolas se ha ido incrementando de forma espectacular, igualando en porcentaje de mujeres al de hombres en carreras que tradicionalmente habían sido masculinas, como las ingenierías. Sin embargo, creo que la desigualdad y el sexismo está sobre todo en casa, en aquello que inculcamos a nuestros hijos, en los valores que les transmitimos y en el ejemplo que les damos. Regalamos muñecas a las niñas, pero rara vez las regalamos a los niños. Cuando compramos un regalo para un niño que no es nuestro hijo, solemos recurrir a lo que aún hoy en día se considera un acierto seguro: el cochecito de muñecas para la niña, el coche dirigido para el niño.
Los factores sociales y culturales también tienen un peso enorme. En la educación postobligatoria se hace patente esa desigualdad, visible tanto en el tipo de enseñanzas elegidas como en las áreas por las que se decantan los jóvenes. Los ciclos formativos de estética están ocupados mayoritariamente por chicas, mientras que los de automoción son mayoritariamente masculinos. El sistema educativo ofrece las mismas oportunidades, sin embargo, social y culturalmente seguimos considerando ciertas profesiones típicamente “masculinas” o “femeninas”.
Históricamente, se ha asignado determinados roles, como el cuidado familiar, a las mujeres generando así condiciones de inequidad. Si queremos que esa falta de equidad desaparezca, debemos educar con perspectiva de género. Y para ello debemos comenzar por el principio. La perspectiva de género no comienza en la ESO, empieza en el momento que nace un bebé. La vida de las personas no debería estar condicionada en absoluto por el hecho de ser hombre o mujer. Si empezamos a valorar por igual lo que hombre y mujer pueden aportar a la sociedad, si redistribuimos de manera equitativa las actividades que hombres y mujeres pueden desarrollar, si dejamos de justificar la discriminación y la exclusión de las mujeres en determinados ámbitos justificado con base a las diferencias biológicas entre ambos, empezaremos a SUMAR en vez de restar, tendremos una sociedad más amable, más justa y más igualitaria.
Para empezar a educar distinto a como lo hemos estado haciendo, debemos producir primero el cambio en nosotros mismos. Somos los adultos los que podemos y debemos producir ese cambio. Y para ello tenemos al alcance más formación y más información que nunca. Hoy en día, las familias reciben mucha más información, y creo firmemente que, si producimos ese cambio en nuestros pequeños, habrá el cambio que buscamos en los años futuros.
Para ello, es importante que los adultos empecemos a evitar seguir desarrollando esos roles que reafirman y perpetúan los roles de género. Y eso pasa por el tipo de juego que ofrecemos a nuestros hijos, por lo que hacemos en casa para que sirva de ejemplo, por revisar los comentarios que hacemos respecto a otros hombres y mujeres, por revisar las expectativas que tenemos de los niños y niñas, etc.
En casa debemos educar y formar dejando de lado nuestros prejuicios. Padres y madres debemos reflexionar sobre qué mensaje queremos lanzar a nuestros hijos, en qué sociedad nos gustaría que vivieran. Y sí, creo que muchas familias trabajando de esta manera, sí pueden conseguir pequeños cambios. Revisemos los cuentos que leen nuestros hijos, las películas y dibujos que ven, ofrezcamos juguetes independientemente de si nuestro hijo es niño o niña y dejémosles jugar libremente y disfrutar de su juego, reforcemos la autoestima de nuestros menores, transmitamos valores como el respeto y la tolerancia hacia los demás, olvidemos los prejuicios clásicos como que las niñas son más sensibles o los niños no deben llorar. Este podría ser un buen principio para el cambio.
Los cuentos son un excelente recurso para la infancia. A través de un cuento, podemos promover un valor concreto. Los niños aprenden de las historias que les explicamos, aprenden a reflexionar y se vuelven más críticos. Metiéndose en el papel del protagonista, un niño puede ponerse en el lugar de otras personas, favorecemos la empatía, la toma de decisiones y fomentamos la reflexión sobre su propia conducta y actitud ante diferentes situaciones.
El juego también nos va a ayudar a explicarles que hombres y mujeres somos iguales. Si jugamos con nuestro hijo a cuidar un bebé, o con nuestra hija a bricolaje, estaremos ofreciendo alternativas a los roles de género “clásicos” que queremos cambiar.
El juego tiene un papel fundamental en la socialización del menor, especialmente en la primera infancia y resulta fundamental para el desarrollo cognitivo, emocional y social del niño. Los juegos y juguetes a los que tienen oportunidad de jugar ayudan a construir la identidad de niño y niña y, por lo tanto, influyen en la manera cómo interpretaran el mundo y las relaciones sociales. Si nuestro hijo nunca ha jugado con una muñeca, pero su hermana sí, interioriza poco a poco que la tarea de cuidar a un bebé es propia de las mujeres y no de los hombres.
La distribución de tareas en casa también es muy importante. Debemos fomentar que los menores ayuden en casa independientemente de que sean niño o niña. De esa manera estaremos transmitiendo que las tareas domésticas son cosa de todos. Y sobre todo, debemos predicar con el ejemplo.
Es aquel niño que sabe ponerse en el lugar de los demás y se preocupa de ellos, sin olvidar el autocuidado. Es aquel niño con una buena autoestima, empático y buena capacidad para gestionar conflictos. Encuentra gratificante ayudar a los demás, pero no se olvida de sí mismo.
Trabajar en la infancia el valor de ayudar a los demás es fundamental si queremos tener una sociedad más amable y solidaria. Por eso creo que es muy importante integrar en la educación de nuestros peques aquellos valores que queremos que interioricen. De esta manera, podrán aportar en positivo al conjunto de la sociedad de una manera equilibrada. Esto debería ser independiente de que sean niños o niñas, y debería ir de la mano de trabajar una buena autoestima y auto concepto.
Debemos elegir juguetes por su temática, no por lo que creemos que es propio de un sexo u otro. Es importante tener en cuenta que, a través del juego, los niños aprenden a conocer su entorno y desarrollan sus habilidades lingüísticas, sociales, motoras, cognitivas y emocionales. Les permite aprender para qué sirven los diferentes elementos de su entorno, aprenden a cooperar y a mostrar comportamientos socialmente aceptables. Por eso es fundamental ofrecer a los niños juguetes no sexistas. El problema no es el juguete en sí, sino la elección estereotipada que se hace de él. ¿Por qué se sigue regalando a las niñas juguetes para que sean presumidas, estén pendientes de su imagen o vistan a sus bebés? ¿Por qué no se le regala a un niño un set de limpieza para fomentar su juego simbólico?
Si queremos fomentar la igualdad a la hora de cuidar, debemos regalar por igual a niños y niñas muñecas y lo que suele acompañar a éstas (bañera, pañales, ropa, cunita…). Regalemos menos juguetes bélicos y más cuentos. Regalemos sets de juego simbólico (bricolaje, carrito de limpieza…) independientemente del sexo, pues este tipo de juego supone un puente entre las actividades sesoriomotrices y la representación en el pensamiento.
Y, sobre todo, demos ejemplo. Un niño aprende en gran medida por imitación. Si papá friega los platos, lo verá normal. Si papá cocina, lo verá normal. Si papá baña a su hermano, lo verá normal. Si las familias cambiamos nuestro enfoque, la siguiente generación mirará con otros ojos.
Artículo publicado en El País:
https://elpais.com/mamas-papas/2022-01-03/y-si-educamos-a-los-ninos-y-a-las-ninas-para-que-cuiden-y-crien-por-igual.html