La adolescencia es una etapa de desarrollo que se caracteriza por el paso de la niñez a la adultez, y como tal, es un período de preparación a la vida adulta en todos los sentidos. Esta etapa se caracteriza por una serie de cambios tanto físicos como cognitivos, emocionales y sociales. El niño va a ir evolucionando poco a poco hasta convertirse en una persona adulta. Y para ello, hablamos de tres etapas dentro de la adolescencia. Los márgenes de edad que se establecen deben considerarse orientativos, pues si bien es verdad que se ajustan a los cambios del joven, cada adolescente es diferente y cada una de estas etapas puede acortarse o alargarse en cada caso distinto.
En primer lugar, entre aproximadamente los 10 y los 13 años, se da lo que conocemos como “adolescencia temprana”, una etapa en la que los cambios físicos se suceden muy rápidamente. Esta etapa se caracteriza principalmente por el inicio de la pubertad, la cual va a suponer grandes cambios físicos que afectan al crecimiento y a la maduración sexual. Esta etapa se caracteriza por cambios físicos como el crecimiento de vello en genitales y axilas o el crecimiento de los senos en las niñas y de los testículos en el niño. En el caso de las niñas, la primera menstruación suele darse alrededor de los 12 años. Por lo general, la pubertad se manifiesta antes en las niñas, aunque como decía, esta franja de edad es orientativa y no todos los adolescentes comienzan la pubertad a la misma edad.
A parte de los cambios físicos, los cuales son muy visibles, se van a dar también cambios de tipo emocional y social. La manera de expresar sus emociones va a cambiar, y eso no quiere decir que lo hagan también sus sentimientos. Quizá, el niño que antes abrazaba continuamente a su padre se convierte en un adolescente que ahora sólo le saluda con un “hola”, pero no por ello hemos de creer que lo ha dejado de querer. Al mismo tiempo se debaten entre seguir siendo niños para algunas cosas, y querer ser tratados como adultos en otras. Esto genera frecuentemente cambios de humor y acciones inconsistentes, acompañadas a veces de reacciones que resultan exageradas para los ojos del adulto.
Los adolescentes de estas edades están experimentando una serie de cambios físicos muy rápidos y eso va a hacer que empiecen a preocuparse por su imagen. A nivel cognitivo, el pensamiento va a volverse más complejo. Empiezan a hacerse más independientes y van a necesitar más privacidad. El adolescente utiliza pensamientos complejos centrados en la toma personal de decisiones y en sí mismo. Se vuelven, en este sentido, “egocéntricos”. El joven habla sobre sus propios pensamientos y opiniones, los cuales a veces van a resultar un tanto extremos, y va a empezar a cuestionar normas sociales y autoridad.
Alrededor de los 14 años, hasta los 17 aproximadamente, se da la “adolescencia media”, caracterizada por la continuidad de los cambios físicos que se iniciaron en la pubertad. A nivel físico se dan cambios como la aparición de acné, cambio en la voz, aumento de sudoración, cambios en el olor corporal, etc. Uno de los cambios físicos más evidentes es el crecimiento en estatura, el llamado coloquialmente “estirón”.
Los cambios a nivel cognitivo también se suceden. Los adolescentes reclaman más independencia respecto a sus padres y se sigue conformando el proceso de construcción de su identidad. Gana peso el cómo se ven y el cómo quieren ser vistos por los demás. La imagen personal es una preocupación frecuente y cambian las relaciones de amistad. La importancia dada a las amistades aumenta y se irán desarrollando otros intereses a medida que el sentido de identidad está más definido. Aumenta su preocupación por su futuro académico, son capaces de tomar decisiones más complejas, controlar sus impulsos y tener en cuenta el punto de vista del otro.
A nivel emocional, aumenta el interés por el sexo y por las relaciones románticas. Las hormonas van a jugar un papel fundamental y en ocasiones, pueden sentirse confusos.
La tercera etapa es lo que llamamos la “adolescencia tardía”, comprendida entre los 17 y los 19 años. En esta fase se completa el crecimiento físico y el desarrollo puberal. Empiezan a sentirse más cómodos con su físico. Aunque las amistades siguen siendo muy importantes, adquieren importancia las primeras relaciones de pareja. En este sentido, las relaciones de amistad y de pareja se vuelvan más estables. A nivel emocional, demandan independencia física y emocional respecto a sus padres. Sin embargo, puede darse una redefinición de la relación con estos, puede darse el caso de tener una relación más “adulta” en la que ya no vean a sus padres como figuras de autoridad sino como personas en quienes confiar para tratar preocupaciones y problemas.
Se acentúa la preocupación por su futuro y muchas de sus decisiones serán acordes a esta preocupación. Los valores propios están más definidos y aparece una fuerte capacidad para comprometerse y establecer límites.
Creo que en ocasiones planteamos la adolescencia como una etapa problemática en la que no vamos a parar de discutir con nuestros hijos. Hay infinidad de libros para abordar esta etapa de la vida, enfocándola como una etapa terrible a superar. Sin embargo, creo que la adolescencia es una etapa necesaria que nos brinda, por un lado, a nosotros como padres y, por otro lado, a ellos como protagonistas de ésta, infinidad de oportunidades de seguir aprendiendo. Para abordar la adolescencia, creo que es fundamental haber empezado a trabajar en la relación con tu hijo en el mismo momento de su nacimiento. A veces, dentro del seno familiar, madre y padre nunca preguntan a su hijo de 5, 6, 7 años cómo le ha ido el día en el cole o cómo está y luego se sorprenden porque en la adolescencia su hijo no les cuenta nada.
La adolescencia es una etapa de crisis vital, sana y necesaria, en la que tendremos conflictos con nuestros hijos. Esto es así porque nuestros pequeños van a comenzar a comportarse como el adulto que acabarán siendo. No se trata de luchar, sino de acompañar.
Para llevar bien esta etapa, es necesaria la comunicación entre los distintos miembros de la familia y haber asentado previamente unas normas básicas en el seno familiar como la confianza, el cariño y el respeto. Es fundamental dedicarle tiempo al joven, ahora habrá que respetar que quizá los tiempos que él reclama no son los que deseamos nosotros. Pero, aunque no lo parezca, el adolescente sigue necesitando a sus padres, sigue necesitando su orientación, su aprobación y su atención. Lo único que cambia es que ya no lo demanda de la misma manera que años atrás. El joven ya nos pide colorear con él o hacer puzles, sino que reclamará nuestra atención de otra manera, a veces de una manera disfuncional. Sin embargo, sigue siendo importante demostrar interés por aquello que le preocupa y aquello que hace, por sus tareas escolares, por quienes son sus nuevas amistades, hablándole siempre desde el respeto y el cariño.
Aunque no estemos de acuerdo, es importante respetar sus opiniones, demostrarle afecto y valorar sus logros. Como digo, se trata de orientar y acompañar, no reñir y controlar. Por tanto, cambiar nuestro enfoque de esta etapa de la vida es el primer paso para salir airosos de ésta. Es importante entender que la función de la adolescencia no es hacernos la convivencia insoportable, sino ayudar a nuestro hijo a llegar a la vida adulta y lo que ello implica: tomar decisiones, aprender de sus errores, ser autónomos y responsables.
Los cambios producidos en la adolescencia son muchos y se suceden a un ritmo vertiginoso. Es normal que el joven se sienta desorientado, que haya cambios de humor, que se preocupen por su imagen y sus relaciones sociales. De todo esto aparecen los principales problemas en la adolescencia.
El problema clásico y más frecuente en la adolescencia suele ser la relación con los progenitores. La lucha entre autonomía / libertad y dependencia de éstos suele generar muchas discusiones. En ocasiones, el origen del problema radica en la comunicación y en no ser capaces de entender al otro (por ambas partes). Es necesario cambiar el enfoque que damos a la adolescencia, armarnos de paciencia y de sentido del humor.
La preocupación por su físico hace que sea la adolescencia la etapa en la que los trastornos de la alimentación son más frecuentes. Es importante trabajar la autoestima desde pequeños y fomentar una buena relación con la comida.
Por otro lado, las relaciones de amistad ganan mucho peso. Los jóvenes buscan identificarse con sus iguales y esta etapa puede hacer que aparezcan problemas asociados al acoso escolar. Dado el poder de las redes sociales, el acoso a través de internet también gana peso. Es importante fomentar el diálogo con nuestros hijos y saber detectar cuándo puede estar ocurriendo una situación de acoso.
Los notables cambios que se producen en la adolescencia, la exposición en redes sociales, la preocupación por su futuro, en definitiva, la entrada en el mundo adulto puede generar trastornos como ansiedad y/o depresión. Es importante trabajar desde pequeños la tolerancia a la frustración y la capacidad de resolución de conflictos de manera constructiva. De igual manera, es fundamental potenciar el diálogo, la escucha activa y la expresión de emociones en casa.
Y finalmente, pero desde luego no menos importante, estamos viendo cómo en los últimos tiempos está apareciendo la problemática de los abusos sexuales entre los jóvenes. Éste es un problema que ha existido siempre, sin embargo, ahora somos más conscientes y se le da más visibilidad. Es urgente educar en el respeto, vigilar qué información sexual reciben nuestros hijos y hablar en el núcleo familiar de este tema para concienciar y prevenir.
Como hemos visto, la adolescencia se caracteriza por el paso que se da entre dejar de ser niño y convertirse en adulto. Este proceso no puede darse en dos días, necesita tiempo. Tiempo en que se van a suceder toda una serie de cambios que se van a acusar también en el entorno social y familiar.
Ya hemos visto que los amigos ganan protagonismo. La opinión de los amigos es importante para los jóvenes, y los adolescentes van a necesitar sentirse identificados en el grupo de amistades. Inevitablemente se van a comparar y van a querer ser aceptados. Van a buscar la aprobación del grupo. De ahí que, en ocasiones, se dejen llevar por las amistades, se vean implicados en conductas de riesgo u opinen del mismo modo que los demás.
A nivel familiar, todos los cambios que se dan en la adolescencia se van a percibir, de un modo u otro. Por un lado, el niño que busca ser adulto necesita separarse emocionalmente de sus progenitores. Hasta ahora, éstos han sido su principal referente. Ahora va a necesitar distanciarse para conformar su propia identidad, para conocerse y descubrirse a sí mismo. Pero eso va a suponer una dualidad, por un lado, aún es dependiente de sus padres, pero, por otro lado, busca cierta autonomía e independencia. No entender esto es lo que puede generar en ocasiones conflictos familiares. Para las familias es como hacer un duelo. El pequeño deja de ser “nuestro bebé, nuestro niño” para ser un adulto independiente.
El cariño, el respeto, la tolerancia y el amor por nuestros hijos serán nuestra mejor guía.
Artículo publicado en hola.com
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